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El lobi de la escuela innovadora reclama cambios en el sistema de exámenes

Son un puñado de colegios e institutos que hace un tiempo (no más de 10 años) decidieron dar el paso hacia la renovación pedagógica. En un mundo en el que todo cambia tan de prisa, con unos jóvenes que tienen inquietudes y problemas completamente nuevos, que acceden a cantidades ingentes de información y que, cuando sean adultos, tendrán empleos que hoy ni siquiera imaginamos, ya no es posible, pensaron estas escuelas, que la enseñanza siga anclada en el siglo XX… o incluso del XIX. Los pioneros de la innovación educativa, a la que cada curso se adhieren nuevos colegios, se han unido ahora en Catalunya para impulsar un programa de tres años, bautizado como Escola Nova 21, con el que esperan “provocar un tsunami educativo”, proclama Iolanda Arboleas, directora del instituto de Sils. Los promotores reconocen, sin embargo, que el proyecto nace con un lastre: el actual sistema de exámenes, basado en pruebas externas homogéneas para todos los alumnos y en una selectividad que prima la memorización de conocimientos. Y con las reválidas anunciadas por la LOMCE.
“Necesitamos nuevos sistemas de evaluación, mecanismos que nos permitan saber si un alumno ha adquirido habilidades que son difíciles de medir, como el espíritu crítico o la capacidad de trabajar en equipo, pero que son competencias que le serán necesarias en la vida adulta”, indica Boris Mir, director adjunto del Escola Nova 21 y exdirector del instituto-escuela Les Vinyes de Castellbisbal. A eso se añade “la carga burocrática que impone la Administración a las escuelas y que no está pensada para centros que trabajan sin horarios preestablecidos, sin asignaturas o en los que cada profesor atiende a alumnos de diferentes edades”, lamenta Agnès Barba, directora del colegio Els Encants de Barcelona, otro de los implicados en la nueva red.
La Administración, en concreto la Conselleria d’Ensenyament, se muestra dispuesta a dar facilidades para que este proyecto, “encaminado a mejorar el sistema educativo en su globalidad”, llegue a buen puerto. “Normativamente, la Generalitat puede contribuir a ello”, recuerda Antoni Llobet, secretario de Políticas Educativas, que elude, sin embargo, hablar de aportaciones económicas concretas. Porque si de lo que se trata es de crear un “ecosistema para llevar a cabo un cambio, de que Catalunya sea el gran laboratorio del cambio educativo”, como insiste Eduard Vallory, presidente del Centre Unesco en Catalunya, una de las entidades que auspician este nuevo lobi de escuelas, harán falta recursos, ni que sea para costear la formación de los profesionales que han de llevar a cabo esa transformación.
Con todo, la iniciativa, de la que forman parte inicialmente 26 centros, se resiste al desaliento y busca ser también motor de cambio para otros colegios, explica Ismael Palacín, director de la fundación Jaume Bofill, otra de las organizaciones implicadas en el proyecto, junto con la Universitat Oberta de Catalunya y la Obra Social La Caixa. Por eso, detalla Palacín, se abrirá una convocatoria para seleccionar a 200 escuelas que quieran introducir nuevas metodologías, “sin tener que modificar por ello su proyecto educativo”. Treinta de ellas (“se intentará que sean de perfiles y tipologías lo más diversos posible”, precisa Vallory, que es también director del programa) entrarán a formar parte de un programa específico de “acompañamiento, formación y capacitación intensivos para que vayan realizando su propia transformación”, indica.
Cada centro empezó un poco por libre, aplicando metodologías que rompieran con la clase magistral tradicional. “En realidad, no hemos inventado nada, usamos prácticas que en algunos casos tienen 100 años de historia, como las de Montessori”, destaca Agnès Barba. Muchas veces, han tenido que crear sus propios materiales de trabajo, “pero pese a la diversidad inicial y las distintas motivaciones, ha llegado un momento en el que todas están aplicando métodos y formas de trabajo parecidos, han organizado incluso el espacio y los tiempos de clase de modo similar. Ha habido, en fin, cierta convergencia, aunque cada cual mantiene una identidad propia”, destaca Vallory. De todo ello, el programa quiere extraer también información sobre métodos y procedimientos y estimular investigación científica. Eso, pese a que las principales universidades catalanas (salvo la Xarxa d’Instituts Innovadors, vinculada a la Autònoma) no han sido invitadas a participar.
El periodico

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