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Más de 10 millones de libaneses empujan el crecimiento social y económico en pocos países del mundo

Fue una de las inmigraciones más importantes de la región. Se destacaron en todas las disciplinas y su adaptación fue de la mano con el desarrollo continental. Como toda corriente inmigratoria, no fue fácil y demandó esfuerzos y sacrificios. Sin embargo, el espíritu emprendedor y de trabajo de los libaneses que arribaron al continente sobre finales del siglo XIX y comienzos del XX los integró de inmediato en las sociedades en formación de America Latina.

Casi 10 millones de libaneses contribuyen con sus conocimientos al desarrollo de la región desde hace más de 130 años.

Con el Imperio Otomano, debían construir un nuevo camino, lejos del hogar y los afectos. Los primeros puertos donde amarraban los barcos que lentamente surcaban el mar Mediterráneo y el océano Atlántico eran los de Santos y Río de Janeiro, en Brasil, y Buenos Aires, en la Argentina. Pero también en México, Venezuela y Colombia, donde echaron profundas raíces.

El “ranking” de países elegidos por los pioneros libaneses fueron Brasil, la Argentina, México, Colombia, Venezuela y Paraguay; donde recientemente se han establecido miles de inmigrantes libaneses. En Brasil, el gran receptor, se calcula que habitan entre 6 y 8 millones de libaneses, entre

originarios y descendientes. En la Argentina, entre los años 1870 y 1912, arribaron casi 30 mil; y entre 1913 y 1950, alrededor de 100 mil.

Hoy, los descendientes de esas corrientes inmigratorias suman más de 1.500.000.

En México, donde la expansión se siente en cada rincón, la cuenta llega a 600 mil. En Colombia, otra de las grandes “capitales” libanesas en el mundo, se calcula que hay 450 mil aproximadamente. En Venezuela, 340.000 y en Paraguay, 200 mil. En Uruguay, el número alcanza los 75 mil, en Ecuador 65 mil, y en Costa Rica, 3.000.

En total, casi 10 millones de libaneses contribuyen con sus conocimientos económicos, científicos, comerciales, culturales y artísticos al desarrollo de la región desde hace más de 130 años.

México fue uno de los destinos más relevantes que eligieron los libaneses en busca de una nueva tierra. En cada estado mexicano, son frecuentes las asociaciones de esta comunidad y sus aportes sociales. Según enseña la tradición, Veracruz fue el primer destino al cual llegó el sacerdote Boutros Raffoul, quien arribó en 1878. Su hermano Phillipe ingresó en el país diez años después, y aunque nunca pudieron reencontrarse, se radicó en Monterrey, donde murió en 1916, según consta en el Archivo Libanés de México.

Veracruz, Tampico, Progreso y Yucatán fueron los lugares preferidos por los libaneses para establecerse a fines del S. XIX y principios del siglo pasado.

Hoy se calcula en 600 mil los ciudadanos de origen libanés en México, aunque el número no es exacto.

A lo largo del tiempo, los libaneses han pasado a formar parte importante de la vida social, económica y cultural del país, además de que sus aportaciones han sido muy positivas. “El Líbano se siente orgulloso del lugar que ocupan sus descendientes en México y en el mundo”, señala Antonio Trabulse Kaim en el libro “Yo soy Líbano”.

En México, como en el resto de la región, se han destacado en todas las áreas de la vida social, economía, política, arte, cultura, comercio. En la actualidad, la presencia de la sangre libanesa en el gabinete de Enrique Peña Nieto es notoria: Juan José Guerra Abud, Pedro Joaquín Coldwell y Mercedes Juan López son ministros y secretarios de Estado que pertenecen a esta próspera comunidad.

A México se lo considera el país donde se encuentra la comunidad libanesa con mayor fuerza moral y económica del resto del mundo”, señaló Alejandro Khuri Feres, presidente de la Unión Libanesa Cultural Mundial. Carlos Slim y Alejandro Kuri son algunos de los referentes de la vida empresarial y social más importante.

El padre de Slim, Julián Slim Haddad, llegó en 1902 a los 14 años a México, proveniente del Líbano, sin hablar una sola palabra de español, huyendo del Imperio Otomano, como el resto de sus compatriotas. Arribó a Veracruz y al poco tiempo se trasladó a Tamaulipas, donde estaban sus hermanos mayores, instalados desde hacía algún tiempo. Allí comenzó a forjar el espíritu

comercial que heredaría quien hoy es uno de los tres hombres más ricos del planeta.

En el plano cultural, por ejemplo, Salma Hayek, nacida en Coatzacoalcos, es otro exponente de la inmigración libanesa, además de una excepcional y bella actriz que triunfa en los Estados Unidos y en el mundo. Pero en el pasado, brillaron el cineasta Miguel Zacarías, el comediante Mauricio Garcés y el dramaturgo Héctor Azar, entre otros.

En Brasil, la historia se repite. Carlos Ghosn, también de origen libanés, es uno de los hombres de negocios más importantes del planeta y de mayor influencia en el mundo empresarial.

Nacido en Porto Velho, Ghosn realizó sus estudios primarios en Beirut y los superiores, en París. Su biografía indica que inició su carrera en Michelin, donde a los 27 años era ya director de una de las plantas de la firma y a los 31, director general de la filial sudamericana. Actualmente, es el presidente y gerente general de Nissan-Renault. La revista Forbes escribió que era el hombre que trabajaba más duro en el negocio brutalmente competitivo de la fabricación de coches.

Ghosn es políglota y habla con fluidez francés, portugués, inglés y árabe. También ha estudiado japonés. Mantiene lazos con el Líbano, donde vivió y completó su educación primaria y secundaria. Es un socio de Ixsir, una bodega de vinos en Líbano.

Venezuela y Colombia también recibieron esta ola migratoria en el mismo período. Y fue también un motor tanto para su economía como para su vida cultural y social. Los primeros registros datan del año 1862, cuando los turcos tenían pleno dominio sobre el territorio.

Los principales sectores donde se nota la presencia de la comunidad son el comercio, el rubro bancario, industrial, diplomático, agrícola y político. “Los libaneses juegan un papel importante en la vida del país y se han diluido en el tejido social de Venezuela”, señaló Michel Assaf, titular de la Unión Cultural Líbano Venezolana.

¿Quién los puso ahí? ¿Ellos mismos o nosotros?

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