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Al borde de la bancarrota

Con voz bajita y hombros encogidos: “Es que nos ha parado justo delante de la casa de la ‘padrina’ de la niña. Vamos para allá al sol, que estaremos la mar de bien”. En los pueblos todo se sabe, y como ellas, estas tres vecinas de Els Omells de na Gaia, son ya veteranas, prefieren ahorrarse regañinas. Viven en el pueblo en el que la deuda por habitante más ha crecido en el último año. “No nos preocupa; por ahora”, señala Angeleta, precavida.
Este es un lugar al que hay que ir expresamente. No va de paso y la carretera lo señaliza cuando ya se distingue el campanario de la iglesia de Santa Maria. En la plaza Major, el alcalde recibe al forastero, pero antes hay tiempo para conocer a los ocho alumnos de la escuela rural del pueblo. Jan, Aina, Mariona, Laia, Lucía, Lluna, Pau y Arnau tienen entre tres y 12 años. Comparten clase y profesora, Sílvia, que teme y lamenta que este modelo educativo “esté en peligro de extinción”.
Llega Delfí Escoté, alcalde desde el 2004; convergente. Explica que la deuda responde a una sentencia. Un incendio en el centro social dejó muy mal herida a una joven de 17 años. Sucedió en diciembre del 2003. Cinco chavales pasaban el rato en el edificio. Cuatro pudieron salir, pero esta chica de Valls, que pasaba las Navidades en casa de los ‘padrins’, quedó atrapada. El primer fallo judicial llegó en julio del 2008: se les condenaba a pagar a la víctima 350.000 euros. Agotaron todos los recursos, y el año pasado se vieron obligados a solicitar dinero al Gobierno a través del Instituto de Crédito Oficial. Con los intereses, la cuantía ascendía a 511.700 euros.
“Nuestro presupuesto anual es de 200.000 euros. Es imposible que podamos hacer frente al préstamo”. El problema gordo lo tendrán en el 2018. Las dos primera cuotas son de 6.700 euros, pero a partir del tercer año, deberán abonar 67.000 euros, esto es, el 33,5% del dinero de que disponen cada año. “No pienso dejar a la gente sin luz, sin recoger la basura, sin servicios, sin agua. Eso no pasará”. Ha pedido ayuda a la Diputación de Lleida, al Govern. De momento, golpecito en la espalda y mucho ánimo. Aquí la gente se dedica a la ganadería y al campo. Escasa perspectiva de que un pelotazo salve la situación.
Admite Delfí que la gente en el pueblo “está nerviosa”. Sobre todo los jubilados, que son el 50% de los 136 habitantes. El alcalde cree que del presupuesto, “como mucho y con un gran esfuerzo”, podría rescatar cada año 15.000 euros. Ya ha quitado el wifi del casal y apagado las luces de la entrada del municipio. Migas de pan para dar de comer a una bestia.
Els Omells es un nombre que no pasa desapercibido para los amantes de la historia contemporánea. El Servicio de Información Militar (SIM) de la República instaló aquí a finales de 1937 uno de los siete campos de trabajo que repartió por Catalunya. El del Urgell destacó por la crueldad ejercida sobre los presos. El pueblo, cuentan ahora los hijos y nietos, lo pasó muy mal. Nada comparable a aquello, pero la deuda actual, a la larga y si no obra un milagro, también dejará una profunda cicatriz.
El periodico

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