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Putin acusa a EE UU de elevar el riesgo de una guerra nuclear

El presidente ruso afirma que la decisión de Washington de retirarse de tratados clave sobre armas conduce a “un peligroso precipicio”.

El presidente ruso, Vladímir Putin, ha avisado este jueves a Occidente de que si no se impulsan los acuerdos clave de control de armas nucleares, el mundo se enfrenta a una situación “muy peligrosa”. “Desgraciadamente hay una tendencia a subestimar la posibilidad de una guerra nuclear, y esa tendencia está incluso creciendo”, ha afirmado Putin en su tradicional rueda de prensa de balance de año. El presidente ruso ha acusado a Estados Unidos de elevar el riesgo de choque nuclear con su decisión de retirarse del tratado bilateral clave de control de armas nucleares de corto y medio alcance, y ha afirmado que Washington parece tener además pocas ganas de extender otro de esos pactos estratégicos. Y eso, ha alertado el líder ruso, conduce al planeta a “un precipicio”.

En un enorme escenario creado para que destacara su figura sobre un luminoso mapa del mundo, el líder ruso, que lleva desde 1999 en el poder —como primer ministro o presidente— y a quien algunos han bautizado como el nuevo zar, se ha enfrentado a casi cuatro horas de preguntas en su show anual particular en Moscú, al que asistieron casi 1.700 personas, en su gran mayoría periodistas. Putin, de 66 años, se ha embarcado en una coreografía destinada a enviar mensajes tanto a sus aliados como a sus enemigos. Y para aligerar, los ha enlazado con bromas, comentarios sobre las telenovelas rusas, el rap o retazos más personales, como que no descarta volver a casarse. “Como persona respetable tendré que hacerlo en algún momento”, ha dicho sonriendo.

Pero entre comentario y comentario, el mensaje estaba claro. “Estamos presenciando la desintegración del sistema de control de armas”, ha declarado Putin. “Y hay una tendencia hacia la reducción del umbral para el uso de [armas nucleares]. Pero esa reducción podría llevar a una catástrofe nuclear global”, ha recalcado el presidente, que ha avisado de que su país ha desarrollado armas nucleares que pueden darle ventaja sobre otros países, avivando así el temor a una situación sin vuelta atrás. “El New Start [otro tratado bilateral que limita el número de misiles nucleares estratégicos y de cabezas nucleares de Rusia y EE UU] expira en 2021. Y aún no tenemos negociaciones en marcha. ¿No quieren hablar de eso? ¿No les interesa? Bueno, está bien. Nosotros estaremos a salvo, sabemos cómo protegernos”, ha lanzado Putin.

Desde que el pasado octubre el presidente de EE UU, Donald Trump, anunció que su país se retiraría del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF por sus siglas en inglés) argumentando que Moscú lo estaba violando, el control de las armas –sobre todo nucleares– se ha convertido en uno de los puntos de fricción más graves en la cada vez más complicada relación entre ambos países. Y también en una preocupación para el resto de jugadores del tablero geopolítico global que, como la Unión Europea o China, están tratando de maniobrar para que Washington y Moscú mantengan el acuerdo firmado en 1987 por el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan y el secretario general del Partido Comunista de la antigua URSS, Mijaíl Gorbachov, que suponía la destrucción de toda una categoría de armas nucleares.

Este jueves, Putin ha acusado a Estados Unidos de provocar con su actitud que el mundo sea un lugar mucho menos seguro. “Es difícil imaginar qué va a pasar. Si esos misiles [de EE UU] se sitúan en Europa tendremos que garantizar nuestra seguridad”, ha amenazado el presidente ruso, que ya ha insinuado en anteriores ocasiones que si ese despliegue se produce Rusia respondería de “manera simétrica”.
Los periodistas tratan de llamar la atención de Putin en su rueda de prensa anual, este jueves en Moscú.

Putin, que destacó la importancia de normalizar relaciones con Trump, aseguró además que Washington está considerando el uso de misiles balísticos con ojivas convencionales. El lanzamiento de un misil de este tipo podría confundirse con uno nuclear, aseguró, algo que podría provocar una catástrofe global. “Si eso ocurre podría suponer la destrucción de toda la civilización y ser incluso el fin de nuestro planeta”, trató de alertar en un auditorio ante el que, blandiendo la amenaza nuclear, ha buscado presentarse como la parte razonable. “Espero que la humanidad tenga suficiente sentido común y sentido de autoconservación como para no llevar las cosas a tales extremos”, ha dicho.

La rueda de prensa anual de Putin se ha convertido en un espectáculo maratoniano de preguntas y respuestas en el que el presidente ruso da rienda suelta a su discurso. Todo mientras los periodistas tratan de llamar su atención para obtener la palabra –con carteles, vistiendo trajes regionales o agitando pañuelos e incluso banderas–. La de este juves es su decimocuarta conferencia de este tipo. Y se produce en un año en el que, pese a ser reelegido con una aplastante mayoría (más del 76% de los votos), su popularidad está bajando debido a la impopular reforma de las pensiones –que aumenta la edad de jubilación– y al estancamiento económico derivado del desplome del precio del petróleo y de las sanciones.

Rusofobia y sanciones

El líder ruso tiene también cada vez más frentes abiertos en el terreno internacional, con la escalada de tensión hacia Ucrania cada vez más caliente y las revelaciones sobre las interferencias de Rusia en asuntos clave de otros países. Pero Putin ha ironizado, e incluso bromeado, sobre quienes dicen que quiere dominar el mundo y ha afirmado que es Occidente quien quiere doblegar a Rusia por su gran potencial.

De hecho, ha vuelto a hablar de “rusofobia”. Y ha asegurado que ejemplo de ello es el caso del ex espía ruso Sergéi Skripal, envenenado en suelo británico junto a su hija Yulia por agentes de los servicios secretos rusos, según Reino Unido. “Son movimientos políticos y si no hubiera habido caso Skripal habrían inventado algo. El objetivo es muy simple: frenar el desarrollo de Rusia [que es visto] como un posible competidor”, ha apuntado el mandatario.

Putin ha vadeado convenientemente el hecho de que tanto los servicios de inteligencia británicos como distintas investigaciones periodísticas han identificado a los autores del envenenamiento como dos agentes de uno de los servicios secretos rusos (el GRU). También ha tratado de quitar importancia a las sanciones impuestas a Rusia tras el caso Skripal, que se han sumado a otras impuestas por Occidente a Rusia después de que se anexionase la península de Crimea (en 2014), y por EE UU debido a la injerencia en las elecciones presidenciales de 2016. Restricciones que van desde el bloqueo de la importación y exportación de algunos productos y alimentos –a las que Moscú también respondió imponiendo sus propias sanciones– al bloqueo de cuentas de oligarcas rusos y empresarios relacionados con el Gobierno.

Así que, pese a que la economía rusa está estancada, Putin ha asegurado que esas sanciones no tienen efecto en Rusia, que se ha adaptado perfectamente a las circunstancias. De hecho, ha afirmado que es Occidente quien más está sufriendo por estas restricciones. “Las sanciones han sido contraproducentes para aquellos que las han impuesto”, ha dicho. “Para ellos [para Occidente] es sensible. Mire a España. Allí tienen un 15% de paro. Nosotros un 3%”, ha apuntado el presidente ruso en un momento en el que se vuelve a hablar de nuevas restricciones hacia Moscú debido al incidente de finales de noviembre en el Mar de Azov, cuando el servicio de guardacostas rusos abordó, tiroteó y capturó una flotilla ucrania.

Desde entonces, Rusia mantiene presos a 24 marinos ucranios acusados de penetrar ilegalmente en aguas que considera suyas. Un suceso que ha supuesto una escalada en el conflicto con Ucrania y que Putin ha considerado “una provocación” de Kiev y del presidente Petró Poroshenko para ganar apoyo electoral hacia los comicios de marzo del año que viene. “En cuanto al destino de los marineros, estos fueron enviados a morir”, ha acusado el presidente ruso, que ha insistido en que esa era la estrategia de Poroshenko.

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