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La confesión de otro pederasta de los Maristas, A. F.: “Era como si lo hiciéramos de crío a crío”

Lo siento, chico”, dice el hombre, en torno a la setentena. “Estoy súper arrepentido”, añade. Cuando su interlocutor, un exalumno suyo que está grabando la conversación, le pide que le cuente cómo se sentía cuando se masturbaba sobre él, un niño, A. F. solo alcanza a pretextar: “Era como una cosa de críos, como si fuera de crío a crío”.

Otro pederasta de los Maristas ha confesado haber abusado de sus alumnos. Es el tercero. Se trata de un docente, cuyas iniciales son A. F., al que cinco víctimas localizadas por este diario describen como “un monstruo” que les agredió sexualmente mientras cursaban EGB en la escuela de Sants-Les Corts de Barcelona, en la década de los años 80.

“He hecho cosas que, si lo pienso fríamente, ni yo me las explico”, reconoce A. F. “Te pido perdón, te lo digo con sinceridad”, le repite a J., la víctima que tiene delante suyo, tantos años después. J. no se da por satisfecho: “Fueron cientos de veces, cientos de veces”, le recuerda. “¿Las has contado?”, insiste el exalumno. “Qué va”, responde el exprofesor. Y entonces ensaya otro pretexto: “Yo, la culpa, se la doy a un tratamiento [capilar] de mierda que usaba entonces. Llevaba placenta humana, y no sé eso si me rebotó o qué…”

Con esta revelación ya son tres las confesiones de profesores de los Maristas que han admitido las acusaciones que sus expupilos van haciendo públicas poco a poco. El primero en reconocerlo a EL PERIÓDICO fue Joaquim Benítez, el profesor de gimnasia del colegio de Sants-Les Corts sobre el que pesan 20 denuncias y a partir del cual se ha ido destapando el escándalo de pederastia escolar más grave que se conoce en España. El segundo fue A. E., un docente de la escuela de La Immaculada, en el Eixample, quien, en una entrevista con dos periodistas de este diario, admitió que manoseaba los genitales de sus víctimas.

El tercero es A. F. Una de sus víctimas, J., relató en una conmovedora entrevista con EL PERIÓDICO, publicada el 9 de febrero, cómo A. F. le había violado durante seis años, de los 8 a los 14. Una reportera del diario entrevistó días después a A. F., quien negó las acusaciones y las atribuyó a alumnos “resabiados”. A la vista de las declaraciones autoexculpatorias del pederasta, J. se propuso desenmascararlo. Decidió entonces ir a verle personalmente para arrancarle una confesión y grabar la conversación. Contactó de nuevo con los reporteros de este diario, a quienes comentó su decisión y ofreció la grabación de la conversación con su agresor. J. fue al encuentro de su exprofesor la mañana del 3 de marzo, equipado con una cámara oculta.

J.: ¿Por qué a mí?

  1. F.: Veía que eras un chico colaborador en todo, y me cogió esta vena contigo.

J.: ¿Yo era el tonto?

  1. F.: No, era como si yo fuera un crío también. Era como una cosa de críos, como si fuera de crío a crío.

J.: Pero qué sentías cuando me llenabas de esperma?

  1. F.: No sé… Era como si fuéramos críos.

J.: Ya, pero a un crío no le…

  1. F.: Era como de crío a crío.

J.: ¿Hubo más víctimas?

  1. F.: No, no [Cinco exalumnos acusan a A. F. de haber abusado de ellos, tres de los cuales le han denunciado ante la policía].

En esta grabación, publicada en exclusiva por este diario, A. F. confiesa las atrocidades relatadas por J. El 4 de marzo, 24 horas después de la conversación grabada entre víctima y victimario, un reportero de EL PERIÓDICO volvió a hablar con A. F., en la misma vivienda donde este se confesó a J., para preguntarle nuevamente si los testimonios de los cinco exalumnos entrevistados eran verdaderos. Respondió que no en tres ocasiones. En la última de ellas, fue informado de que J. aseguraba que el día anterior había mantenido una conversación con él y que había confesado. El exprofesor volvió a negar y pretextó que el 3 de marzo él estuvo todo el día fuera de esa casa. La grabación de J. demuestra que ese día A. F. no solo estaba en su casa, sino que reconoció que había abusado de su exalumno “más de cincuenta veces“.

El estallido, hace un mes, del escándalo de abusos sexuales que ya afecta a siete docentes y un monitor de dos colegios Maristas de Barcelona hizo que el maestro jubilado A. F. dejara su domicilio habitual en L’Hospitalet de Llobregat y se ocultara en su segunda residencia, en Osona.

Los cinco exalumnos que han denunciado sus abusos recuerdan a A. F. como el “rey de la escuela” y el docente más admirado del centro de primaria durante muchos años, pero también como un pederasta que abusó sexualmente de todos ellos. Lo describen como un depredador meticuloso, que se hartó de acorralarlos bajo pretextos bien tejidos, para quedarse a solas con ellos. El docente, seglar, era el referente “enrollado” en un recinto escolar religioso. Montaba obras de teatro, organizaba las colonias y sabía hacer trucos de magia. Bajo su ala de dragón, acogía cada año a un alumno distinto. Este pupilo “protegido” es quien terminaba conociendo el lado oscuro de A. F. Como J., que decidió que el último truco de magia se lo haría él.

J., que ahora tiene 42 años, necesitaba encender la luz que alumbrara el lado oscuro de A. F. El mismo que el colegio se negó a ver durante años y el mismo que los caprichos de la ley, incapaz de perseguir agresiones sexuales tan antiguas, amenazan con enterrar para siempre.

El jueves, poco antes de las once de la mañana, J. se presentó frente a una casa adosada de un pequeño pueblo de Osona. Frente a la puerta, rodeada de macetas con plantas muertas y un

cuenco con restos de comida para gatos, halló un cartel: “Timbre”. Junto a este, el timbre. A. F. es “un encantador de serpientes”, recordó entonces. Un “ilusionista” que se ha pasado la vida desviando la atención con fuegos de artificio que ocultaban sus verdaderas intenciones.

Con las piernas temblorosas, cogió aire y observó bien antes de llamar a la puerta obedeciendo a un cartel tan evidente. Al otro lado del marco descubrió otro timbre. “Típico de A. F.”, se dijo. “Si pulso el del cartel, sabrá que es un desconocido y no abrirá”. J. llamó al otro y rompió el hechizo: casi 30 años después, el “monstruo” que le destrozó la infancia, apareció ante él.

  1. llevaba gafas de sol: “¿Me reconoces?”, le preguntó a A. F., que respondió que no. J. se levantó las gafas para mostrarle sus ojos. “¡Ah! sí”, admitió su exprofesor. A. F. le invitó a pasar. En cuanto J. llegó al comedor, con todas las persianas bajadas, sin tomar asiento, comenzó su interrogatorio. En el interior de aquella casa oscura, y mal ventilada, J. ajustó unas cuentas pendientes que le perseguían desde hacía mucho tiempo. Consiguió que aquel ilusionista, aquel mago que se cansó de hacer trucos para terminar abusando de ellos sin ningún escrúpulo, dijera la verdad.

El periodico

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