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Estados Unidos: ¿una democracia o una empresa?

Un alto porcentaje de la financiación de los partidos viene de un puñado de millonarios.

En junio, el ‘New York Times’ informó de que Michael Bloomberg había decidido poner 80 millones de dólares (69 millones de euros) para que los demócratas se hagan con la mayoría en la Cámara de Representantes. En marzo, Sheldon Adelson (el del fallido proyecto de Eurovegas, en Madrid) dio 30 millones de dólares (26 millones de euros) al Partido Republicano con el objetivo de que éste siga controlando la Cámara. Y, en enero, Tom Steyer ya había puesto sobre la mesa otros 30 millones de dólares para los demócratas de la Cámara, y, además, había destinado 40 millones más para que ese cuerpo del legislativo lleve a cabo un ‘impeachment’ – lo que viene a ser como una moción de censura, pero sin consecuencias prácticas – contra Donald Trump. Steyer ya había dado 20 millones de dólares (17 millones de euros) en 2017 con ese objetivo.

Así funciona la democracia de los multimillonarios. Estados Unidos vivirá una época de populismo de derechas e izquierdas y de nacionalismo … pero el sistema político está a subasta. La palabra ‘megadonante’ ya forma parte de la cultura política de la primera potencia mundial. Desde que en 2010 el Supremo eliminó las restricciones a que individuos, empresas, organizaciones de todo tipo -desde grupos ecologistas hasta patronales o sindicatos- puedan donar todo el dinero que quieran -sin que importe si son estadounidenses o extranjeros- a grupos que apoyan las políticas de sus candidatos favoritos, la política estadounidense está a disposición del mejor postor.

El mejor ejemplo de eso es lo que le está pasando al Partido Republicano, donde acaba de producirse lo que podría ser, más que un golpe palaciego en una formación política, un golpe de mano en el consejo de administración de una empresa. El resultado es que los hermanos David y Charles Koch, dos de las personas más ricas del mundo que prácticamente habían comprado el partido a golpe de talonario, amenazan con quedarse, por primera vez, sin poder en estas elecciones. En un país en el que se habla de “republicanos de Koch” -un grupo que incluye al presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan- eso es un cataclismo político.

Los Koch han marcado la ideología del Partido en torno a cuatro pilares: reducción de impuestos a las empresas y las rentas más altas, eliminación de regulaciones, lucha contra los sindicatos, y apertura comercial. Donald Trump apoya todo eso, con una excepción: la apertura comercial. Y eso ha provocado un choque entre los Koch, Trump, y los donantes de éste, encabezados por el financiero de Wall StreetRobert Mercer.

Mercer no solo dona sino que, también, crea empresas de medios de comunicación y consultoría para defender su ideología. Así es como ha creado la web de ultraderecha Breitbart News, cuyo máximo responsable, Steve Bannon, fue precisamente el arquitecto de lavictoria electoral de Trump en 2016, y la consultora Cambridge Analytica, famosa por elescándalo que se desató en marzo cuando se hicieron públicas sus actividades en Facebook para lograr información de los usuarios de esa red social.

Mercer y Trump, por un lado, y los Koch, por otro, llevaban meses en una guerra sorda. Ya en febrero, Charles Koch declaró que “la gente va a tener que dar explicaciones”, en referencia a cómo han usado sus cargos antes de pedir más dinero para las campañas. Después, los hermanos se pronunciaron abiertamente contra las guerras comerciales lanzadas por Trump, y Breitbart replicó acusándolos del peor delito para los trumpistas: “Globalistas”. Finalmente, Trump entró en liza en Twitter, donde acusó a los hermanos de “chiste total”. Un día después, Ronna McDaniel, que preside el Comité Nacional Republicano -el organismo quien trata de coordinar los aspectos financieros de las campañas- emitía un comunicado insinuando que los Koch “han decidido que sus intereses empresariales son más importantes que los del país”.

Es, posiblemente, la aniquilación de una de las familias más influyentes de la política estadounidense. Pero es una situación que no es nueva. Ya en octubre de 2015, un año antes de las elecciones presidenciales, un análisis del ‘New York Times’ puso de manifiesto que 158 familias habían donado 176 millones de dólares a los candidatos. Eso significa que el 0,00014% de las familias de ese país habían puesto el 45,3% de todas las aportaciones recibidas por los candidatos a la Presidencia, cuando todavía faltaban doce meses y medio para que se celebraran los comicios. Eso es invertir a largo plazo, y lo demás cuentos. La democracia de EEUU es, cada día más, una empresa.

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