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La guerra comercial acabaría con la baja inflación que existe desde 1980

En abril de 1980, la inflación en Estados Unidos alcanzó el 14.5% interanual, unos niveles que hoy se verían con extrema preocupación (como ocurre por ejemplo en Turquía). Desde ese año, los bancos centrales comenzaron a tomarse muy en serio el control de la inflación, más tarde la Reserva Federal de Nueva Zelanda dio el pistoletazo de salida a la hora de trabajar con objetivos concretos sobre los precios, el comercio internacional aceleró y los centros de producción se trasladaron hacia países en desarrollo con unos costes laborales más reducidos. Todo ello ha contribuido a esta era de más de 30 años de desinflación, es decir, de una moderación continua en el crecimiento de los precios. Sin embargo, si la ‘pelea’ entre Estados Unidos y China se extiende este proceso podría revertirse.

El Gobierno de Donald Trump impuso en la medianoche del jueves pasado un aumento de los aranceles a la importación de productos chinos por valor de 34,000 millones de dólares, a lo que China ha respondido anunciando que emprenderá “los contraataques necesarios”. Esto se suma a los aranceles ya impuestos al acero y al aluminio, o a las lavadoras y paneles solares. Este arrebato proteccionista podría suponer la vuelta de unos niveles de inflación por encima de la media de las últimas décadas.
El efecto sobre las lavadoras

Por ejemplo, las lavadoras venían sufriendo caídas de precios en los últimos años. Sin embargo en el mes de abril sus precios subieron un 2.7% y en el de mayo un 8.4% interanual. Esta última ha sido la mayor subida interanual de los equipos de lavado desde noviembre de 2012, según los datos de la Oficina de Empleo de Estados Unidos.

Desde Goldman Sachs creen que si Trump termina imponiendo aranceles a todos los bienes de los que el presidente de Estados Unidos ha hablado, el incremento de PCE subyacente (el indicador preferido por la Reserva Federal para analizar los precios) podría incrementarse en 15 puntos básicos en un año, una subida bastante modesta.

Otros bancos creen que el movimiento en los precios puede ser superior. Desde Commerzbank aseguran que “la amenaza de ‘desglobalización’ no sólo tendrá consecuencias para la economía real; también podría revertir la tendencia de desinflación que domina desde los años 80”.

Se puede intentar cuantificar el efecto directo que tendrán los aranceles sobre los precios, pero lo que no se puede calcular con certeza son otros efectos que también presionarán la inflación al alza: “Las barreras arancelarias reducen la competencia y los incentivos para innovar. Los consumidores tendrán menos opciones y encima a un precio superior”, señalan los economistas de Commerzbank.

El flujo libre de mercancías obliga a las empresas locales a establecer unos niveles de precios y calidad que puedan competir con los bienes y servicios que vienen de fuera. Sin embargo, con unos aranceles elevados las empresas domésticas no necesitarán ser tan competitivas para ganar cuota de mercado dentro de sus países, lo que a la postre reducirá la innovación, el crecimiento y supondrá un alza la inflación.

Los aranceles obligaran a las empresas a establecer sus centros de producción en ” ubicaciones menos eficientes incrementarían la presión inflacionaria”, comentan los expertos de Commerzbank. Otra opción, en el caso de los aranceles que son específicos para China, es buscar otros países que produzcan bienes similares, pero en este caso también se perderá algo del binomio calidad-precio.

“El efecto amortiguación que ha tenido la globalización sobre de los precios disminuiría en esta transición hacia un régimen económico más regional. Esto podría cambiar las prioridades de los bancos centrales, que se han centrado principalmente en apoyar el crecimiento económico en los últimos 20 años, y probablemente resulte en unos tipos de interés más altos”, según destacan los economistas de Commerzbank.
Una reorganización de la economía mundial

Si esta disputa se extiende y todos los bloques terminan imponiendo aranceles unos contra otras se produciría una reorganización de la economía global, acabando con “la marca que ha caracterizado la globalización descomponiendo los procesos productivos en diferentes pasos y distribuyendo la producción a través de las localizaciones más eficientes”.

Esta forma de funcionamiento de la economía global ha sido clave para que la productividad creciese con fuerza y con ella el crecimiento: “La carrera por subir aranceles amenaza con romper estas cadenas globales de producción obstaculizando la tendencia de crecimiento. Así, los bienes intermedios serán más caros para las empresas y tendrán un coste elevado… Si las barreras arancelarias son demasiado altas, las cadenas de producción globales dejarán de tener sentido económico… las multinacionales tendrán que despedirse de estas cadenas y producir en su país a un mayor coste”.

Que se produzcan todos estos acontecimientos dependerá de si la batalla que se está produciendo entre Estados Unidos y China (ya ha salpicado a otras regiones) se convierte en una guerra en toda regla con más implicados. Una batalla con unos aranceles y una respuesta no tendrá grandes efectos sobre el crecimiento y la inflación, pero una guerra está llena de batallas y en cada batalla unos países gravarán unos bienes, lo que su vez provocará una respuesta del otro bloque… Este escenario podría tener serias consecuencias, reduciendo el crecimiento e incrementando los precios, lo que supondría acercar al mundo a la estanflación. Luca Paolini, estratega jefe de Pictet Asset Management, advirtió la semana pasada que “los efectos de una guerra comercial total entre Estados Unidos y China, lo cual aún parece improbable, amenazaría con sumir al mundo en la estanflación y conllevaría una fuerte caída de las acciones a nivel mundial”.

el economista

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